miércoles, febrero 28, 2018

El primer y último vuelo



La noticia se difundió primero en Twitter: dos fallecidos al caer del tren de aterrizaje de un avión que iba a Nueva York, en el aeropuerto de Guayaquil. La noticia debió competir en protagonismo, y perder, con otro suceso de mayor atención mediática: el audio revelado de una conversación entre Carlos Pólit, ex-contralor prófugo de la justicia ecuatoriana y José Serrano, presidente de la Asamblea Nacional, en donde al parecer planeaban inculpar a Carlos Baca, actual Fiscal General. Los primeros reportes de prensa mencionaron primero que se trataba de dos hombres, polizones, que se habían colado en el avión de Latam, procedente de Lima, Perú. Luego señalaron que tendrían entre 25 y 30 años; algunos medios como RT indicaron incluso en un titular que eran peruanos, mientras las autoridades de acá señalaban qué, así como pudieron caer, pudieron arrepentirse de hacer un viaje ilegal. De vuelta en Twitter, se difundieron imágenes con los rostros distorsionados, con comentarios alusivos a qué alguien en el Aeropuerto de Guayaquil "pagaría piso", que eso como decimos acá a ser imputado. 

Pasadas las horas, se reveló ya que no se trataba de dos adultos, sino de dos adolescentes de 16 y 17 años, oriundos de El Tambo, provincia de Cañar, que asistían a un colegio de la localidad y que iban en noveno y décimo año de educación básica. Y sin embargo, la noticia del momento seguía en ese instante, y sigue siendo, el enfrentamiento verbal entre José Serrano y Carlos Baca. ¿Será que la exposición mediática puede más? Debo admitir que quizás, como a la mayoría de personas, la noticia no pasó de ser algo anecdótico, hasta enterarme de ese detalle que quizás me mueve algo: que no eran dos hombres, sino dos muchachos, de 16 a 17 años, alumnos de noveno y décimo año de básica de un colegio de El Tambo.

¿Qué les animó a hacer ese viaje? Es harto conocido que la zona de Cañar y Azuay, en el Austro ecuatoriano, ha sido desde hace décadas un fuerte punto de emigración, especialmente hacia los Estados Unidos. Y también su contraparte: las redes de coyoterismo que promueven estos viajes. No hace muchos años, otra noticia proveniente esta vez de la frontera caliente entre México y la "Yoni" llenaba nuestras portadas: la muerte de Manuel Yunga. Y otra más: la de dos ecuatorianos ahogados en el Río Bravo.Y otra más: la de ecuatorianos que junto con migrantes de otros países, murieron masacrados en el estado mexicano de Tamaulipas. 

¿Insensibilización? ¿negarnos a aceptar la realidad? Como alguien cuyos padres también emigraron, debo admitir que a veces también me he pasado de largo ante estas noticias. Pero cuando recordé que también tuve 16 y 17 años, algo me detuvo. ¿Qué pensaban los chicos? La nota de Ecuavisa, que presentaba a los parientes de los chicos, con sus atuendos típicos, andando en Guayaquil para reconocer a sus muertos, decía que los muchachos, como en tantos casos y quizás a modo de lugar común, se iban por la falta de oportunidades, mientras que día a día llegan a nuestro mismo país cientos de venezolanos, no todos de paso. ¿Debería pensar un chico a los 16 o 17 ya en eso? De haber tenido éxito, y llegar hasta Nueva York, ¿qué les esperaba? ¿había alguien esperándolos? ¿se ocultarían en el aeropuerto de esa ciudad, pese a la tan promocionada y temida seguridad de esa terminal, en especial desde el 11-S?

A los 16, recuerdo que no sabía qué carrera estudiar. Me preguntaba si la chica que me gustaba sentiría lo mismo. Desde luego, la realidad familiar y social no es la misma para todos. Nuestro Gobierno anterior, durante el cuál nuestros muertos pasaron de niños a adolescentes, invirtió miles y millones de dólares en infraestructura educativa y formación docente. ¿Será acaso que los profesores y autoridades de este colegio no supieron motivar a estos chicos, para hallar esperanza en estudiar? ¿No aspiraron acaso a alguna de las miles de becas a nivel nacional e internacional? ¿Tendrían algún amor, de qué equipo de fútbol eran hinchas, qué música, películas o teleseries les gustaban, tenían algún sueño profesional en particular o sólo deseaban hacer plata? ¿Quizás pensaban en estudiar, pero supusieron que ya graduados necesitarían palancas para acceder a algún importante empleo? ¿Cómo se animaron a hacerlo, a volar de este modo, mientras simultáneamente en Quito o Guayaquil los grandes políticos tomaban decisiones para todos nosotros, -incluidos esos chicos- o mantenían charlas donde planeaban según sus intereses?
¿Qué fue lo que hicimos mal?

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